LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LOS AFECTOS: GAYS, LESBIANAS, HETEROS Y BISEXUALES. UNA REFERENCIA AL ESTADO ESPAÑOL.
Abraham Ruano Ventura
Diplomado en Trabajo Social por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad de Granada.
Resumen
Este artículo analiza el desarrollo de las comunidades LGTB, haciendo referencia concreta al Estado español e intenta explicar, partiendo de las condiciones materiales a los que la vida humana se encuentra sujeta, los factores causales de tales cambios. Para llegar a ese punto se ha intentado aclarar antes cuestiones que no queríamos soslayar por polémicas que pudieran ser, como qué determina que alguien sea heterosexual u homosexual o cuándo nace históricamente la discriminación heterosexista. A partir de las mismas causas se intenta explicar también las mejoras recientes conseguidas por el colectivo y para ello nos servirá de referencia el Estado español, por la rapidez y notoriedad de tales cambios.
Palabras clave- Descriptores
Gay, Lesbiana, España, Materialismo, Homofobia.
Abstract
This paper analyses the development of the GLTB community making specific reference to the Spanish State and it tries to explain the causal factors underlying these changes, starting from the material conditions to which human life is bound. We have attempted to clear up polemical issues beforehand, such as what determines how someone turns heterosexual or homosexual or when does the heterosexual discrimination start historically. Beginning with the same causes we have also attempted to explain the recent improvements attained by this group and for this purpose we will use the Spanish State due to the speed and notoriety of the changes.
Key words
Gay, Lesbian, Spain, Materialism, Homophobia
INTRODUCCIÓN
Trataremos en el presente artículo de analizar los cambios recientes ocurridos en el Estado español en lo que respecta al tratamiento de las parejas del mismo sexo, adoptando para ello una estrategia de investigación materialista. El auge y la equiparación legal de las parejas del mismo sexo en el Estado español es un caso excepcional en cuanto a la rapidez de los cambios que han tenido lugar, puesto sólo treinta años median entre los últimos detenidos por practicar actos de homosexualidad y la pequeña gran reforma del Código Civil que equipara legalmente a parejas del mismo y de distinto sexo en el acceso a los beneficios legales que confiere la unión matrimonial.
La variedad de paradigmas teóricos es un motor del avance del conocimiento científico y explicitar bajo cuál de ellos estamos trabajando es algo que se debe exigir por razones metodológicas y de ética profesional, cualesquiera que sean las teorías que influyen nuestro trabajo. Estamos con Marvin Harris2 en que la mejor manera de analizar las causas de las similitudes y las diferencias entre las culturas humanas es estudiando los imperativos materiales a los que la vida humana está sujeta, si bien consideramos necesaria una perspectiva más diacrónica y dialéctica en la investigación social que la que este autor proponía.
Estos imperativos surgen de la necesidad de producir alimentos, refugios, útiles, máquinas y de reproducir la población humana dentro de los límites establecidos por la biología y el medio ambiente. Como diría Federico Engels ante la tumba de K. Marx, éste descubrió:
(…) el hecho tan sencillo, pero oculto hasta él bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita en primer lugar comer, beber, tener un techo y vestirse, antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc. Que por tanto la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por tanto la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o de una época es la base sobre la que se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres. Con arreglo a esa base deben explicarse esas instituciones e ideas, y no al revés.
Empezaremos por analizar, siguiendo esta estrategia de investigación, el modelo de reproducción social vigente en el Estado español, que construye identidades diferentes según prácticas sexuales con el fin de garantizar la producción de nuevos seres humanos, adscribiéndolos a determinadas posiciones sociales. Una vez llegado a este punto analizaremos cómo los cambios productivos se encuentran íntimamente relacionados con los reproductivos y determinan cambios en el resto del sistema social.
REPRODUCCIÓN SOCIAL EN EL ESTADO ESPAÑOL
“Y puesto que sabes que no te puedes ver mejor que por reflejo, yo, que soy tu espejo, te descubriré a ti mismo, con moderación, aquello de ti mismo que aún no conoces” William Shakespeare
La construcción social de la homosexualidad
La(s) identidad(es) de maricón, marica, homosexual o gay son construidas socialmente en las sociedades capitalistas desarrolladas sobre la base del deseo sexual, sobre la práctica sexual o sobre el no cumplimiento del rol de género establecido. No existe antes de la(s) revolución(es) industrial(es) y en nuestro contexto cultural tal identidad con anterioridad, sino que por ejemplo en la Edad Media se consideraba la sodomía como un pecado como la masturbación. No existió, empero, tales identidades contemporáneas.
Esta otredad se transmite a través de los agentes de socialización: medios de comunicación, sistema educativo, comunidad de residencia, familia… y conducen a muchos individuos que practican sexo con otros de su mismo sexo a una identidad que, aunque impuesta desde fuera, van interiorizando.
Esta identidad se entiende no solamente como diferente a la normativa (a la heterosexual), sino que además se considera inferior o despreciable. En lo que se refiere a la construcción de la identidad estamos de acuerdo en que sus presupuestos fundamentales son:
La conciencia de identidad es un atributo del individuo; el proceso de producción de esta conciencia es social; esta conciencia se basa en significaciones sociales de rasgos individuales y colectivos; la significación de estos rasgos no es un emanación de los rasgos sino un proceso de construcción de sentido en el cual no todos participamos en términos de igualdad (Pérez Agote, 1998).
Esta es la base, la construcción diferenciada de identidades sobre la que se asienta la opresión, marginación y discriminación contra lesbianas, gays y transexuales. Como en el resto de las formas de opresión, se “naturalizan” las diferencias entre homosexuales y heterosexuales y lo que antes se consideraba una enfermedad hoy ha pasado a entenderse, en muchas ocasiones, fruto de la herencia genética, esto es, como diferencias “naturales”. Los procesos de naturalización se producen también en la construcción social de otras formas de opresión como el machismo, el racismo y la explotación de clase. Al considerarlo natural, dentro de la separación occidental cultura-naturaleza, se considera inmodificable y, por tanto, no discutible. Como dicen Stolcke y Narotzky (Pichardo Galán y Maquieira D’Angelo, 2003:22), esta “naturalización” se convierte en un subterfurgio ideológico que tiene como fin reconciliar lo irreconciliable, a saber, la ilusión de que todos los seres humanos, libres e iguales por nacimiento, gozan de igualdad de oportunidades, con la desigualdad socioeconómica realmente existente, en interés de los que se benefician de esta última (Stolcke, 1992:89). O en otras palabras: Esta naturalización evita que nos preguntemos qué formas de desigualdades se crean en la sociedad y por qué medios (Narotzky, 1995:35).
Los humanos somos animales cuya sexualidad, gracias a la pérdida del estro, no está subordinada a la procreación (Harris, 2004:60) y, además, somos bisexuales por naturaleza. Esto quiere decir que, como propuso la teoría freudiana, el impulso sexual no es específico en su origen y sólo los desarrollos posteriores lo conducirían hacia la hetero u homosexualidad (González de Alba, 2003:27). Esa maleabilidad de la sexualidad humana ha permitido a las sociedades jerarquizadas ejercer un férreo control social sobre la misma (Rubin, 1989), en el caso de nuestra sociedad, entre otros aspectos, para sancionar sistemáticamente las prácticas afectivas y sexuales entre personas del mismo sexo.
La heteronormatividad es anterior a la homosexualidad y esta última no existiría sin la primera. Homosexualidad es una categoría subjetiva, emic, occidental y, por lo tanto, no es un concepto analítico válido para una perspectiva etic, objetiva, transcultural: de entre las 76 culturas estudiadas por F. Beach y C. Ford, todas ellas aún existentes hacia mediados del siglo XX, el 64% consideran normales las actividades homosexuales y no las hacen excluyentes de las heterosexuales (González de Alba, 2003:99). En la mayoría de las culturas que han sido objeto de estudios etnográficos no existe una distinción emic entre homosexuales y heterosexuales y tal distinción es inútil para un análisis etic de las prácticas sexuales en “nuestras sociedades”, como han demostrado los estudios de Alfred Kinsey.
Se debe superar la falsa contradicción entre culturalistas y biologicistas. Por un lado, sin cuerpo no hay pensamiento, no hay culturas humanas fuera de la biología humana y no se puede obviar que la cultura pertenece en sí a la naturaleza (Rappaport, 1985:273). Tampoco se puede negar el, eso sí escaso, dimorfismo sexual de la especie humana. Por otro lado, es disparatado pensar que la cultura hegemónica actual está determinada por la biología humana, en la medida en que es fácil comprobar cómo no vivimos más que una instantánea del devenir humano y en un marco sociocultural limitado por nuestras experiencias.
La construcción social de la heterosexualidad
Las diferentes formaciones socioculturales modelan la sexualidad de los individuos que lo componen. Establecen una determinada división sexual del trabajo, unos roles de género. En una sociedad compleja como la nuestra, hay matices, según clase social, adscripción étnica, edad... pero con mayor o menor flexibilidad existe un modelo cultural hegemónico, una ideología de género y una moral sexualpredominante, establecida.
Se considera esta forma de jerarquización sexual y de género como la única forma posible de convivencia, se naturaliza, hasta el punto de que casi todos piensan actualmente que la familia heterosexual y monógama es la forma universal de organización de la sexualidad y la reproducción y la creen superior a cualquier otra.
Nuestros propios sentimientos contribuyen al mantenimiento del modelo familiar y sexual: los celos a la monogamia, el “instinto maternal3” a reforzar la división sexual del trabajo… Con la aversión individual4 hacia LGTB's ocurre exactamente lo mismo: no son sentimientos innatos, sino inculcados sistemáticamente desde edades tempranas. Existe una especie de economía política de los sentimientos: en un avunculucado existen una serie de sentimientos típicos entre el progenitor y el pater (tío materno) de un crío o una cría que aquí desconocemos, en un sistema matrimonial poliándrico los sentimientos de celos no pueden ser iguales que uno monógamo, etc.
La heterosexualidad no es una opción o una preferencia sexual, es la cualidad del que sigue, del que posa como normal, es lo que permite reproducir el sistema social y, especialmente, las desigualdades económicas y de sexo-géneros. En palabras de Guasch (citado en Pichardo Galán y Maquieira D’Angelo, 2003:32):
(...) la heterosexualidad es pues un modelo de organización económica y social, un estilo de vida, no una orientación sexual, y es el nombre que se da a nuestro modelo sexual hegemónico: este estilo de vida se organiza alrededor del matrimonio monógamo con fines reproductores y ha estado prescrito en nuestro entorno en los últimos dos siglos, convirtiendo la heterosexualidad en normativa.
Género, sexualidad, natalidad, entre otros aspectos debe considerarse en el marco del concepto de reproducción social, en el cual cobran sentido y se poner en relación con otros elementos de las formaciones socioculturales. Debe entenderse por reproducción:
1.La reproducción biológica, demográfica, de la especie
2.La reproducción de la formación sociocultural misma
3.La reproducción cultural: enculturación o endoculturación, educación formal e informal
De este modo se puede adscribir a posiciones sociales desiguales a seres humanos iguales por naturaleza. Como afirma V. Stolcke (1982:15) basándose en una tesis de F. Engels,
La subordinación de la mujer es efecto de su utilización como mero instrumento para la cría de hijos para su marido en interés de la legítima transmisión de la propiedad privada, siendo por tanto los imperativos de la reproducción lo que requiere tanto la dedicación primordial de la mujer al trabajo doméstico cuando la subvaloración de sus funciones.
Para ello es necesario, añado, la heterosexualidad como modelo único y la restricción de la sexualidad femenina para garantizar la paternidad. Y es que, para la misma autora (1982:17),
La condición social de una persona se define total o parcialmente por pautas de matrimonio y reglas de herencia. Ello es más evidente que nunca en los sistemas sociales tales como las sociedades de casta y linajes, en las cuales la posición de cada uno de sus miembros es determinada por atribución y el individuo es lo que eran sus antecesores.
PRODUCCIÓN Y REPRODUCCIÓN SOCIAL: DETERMINANTES DEL PARENTESCO.
¿Hace falta ser un lince, para comprender que al cambiar las condiciones de vida, las relaciones sociales, la existencia social del hombre; se modifican también sus ideas, sus opiniones y sus conceptos, en una palabra, su conciencia? Carlos Marx y Federico Engels
El sistema reproductivo está sujeto a constante cambio y se encuentra íntimamente ligado a los cambios productivos. Las relaciones entre producción y reproducción se hayan sujetas a una gran controversia y en este apartado intentaremos analizarlas en un caso práctico: en el Estado español en la segunda mitad del siglo XX y a principios del XXI, sin entrar demasiado en aspectos teóricos.
Las transformaciones sociales acontecidas en el Estado español durante este periodo, especialmente en lo que se refiere a la situación de gays y lesbianas, han sido espectaculares: de la criminalización de “los homosexuales” se ha pasado a la plena equiparación legal en el ámbito de lo civil, aunque los actos discriminatorios a lesbianas y gays no se consideran aún objeto de leyes antidiscriminatorial5. A principios de los años setenta la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social venía a reemplazar la obsoleta Ley de Vagos y Maleantes estableciendo penas de cárcel (reeducación) y destierro (prohibición de residir en un determinado lugar) para quienes cometieran actos de homosexualidad. Queda constancia de una dura aplicación de esta ley contra el colectivo G.L.T.B. al menos hasta 1979 (Mira, 2004:326).
Tan solo veintinco años después de la dura represión policial, a principios del presente año, se celebran las primeras bodas entre personas del mismo sexo tras una reforma del Código civil que equipara en derechos y deberes –al menos a nivel formal- a parejas del mismo o de distinto sexo. ¿Cómo explicar estos cambios?
En toda formación sociocultural, son los factores infraestructurales los que determinan las normas sociales que aquí institucionalizamos en forma de leyes. Dennis Werner dividió una muestra de 39 sociedades en pronatalistas y antinatalistas en función de las sanciones –positivas o negativas- que las mismas establecen hacia el aborto o el infanticidio. Werner llegó a la conclusión de que se “desaprobaba, ridiculizaba, despreciaba o castigaba a la homosexualidad masculina en todos los segmentos de la población en el 75% de las sociedades pronatalistas y que se permitía o estimulaba en, al menos en ciertas personas, en el 60% de las antinatalistas” (Harris, 1988:119). A falta de estudios comparativos más amplios, cabe concluir que cuando un sistema social tiende a crecer en número de personas castigará las prácticas sexuales no conducentes a la reproducción biológica y viceversa. Esto explicaría por qué es precisamente tras la revolución industrial cuando emerge la imposición del estilo de vida heterosexual, precisamente cuando comienza a escala planetaria la superproducción y la superpoblación, la revolución demográfica.
Para Harris (1988:114) una explicación satisfactoria de estos cambios (él se refiere al desarrollo de las comunidades G.L.T.B. en Estados Unidos y a las revueltas de Stonewall) debe tomar en consideración niveles causales profundos relacionados de alguna forma con cambios productivos como incorporación de la mujer al trabajo remunerado o la “tercialización” de la economía y a cambios reproductivos como el declive del imperativo marital y procreador debido a los cambios demográficos ya señalados.
Los cambios demográficos y el declive de tal imperativo tienen lugar también en el Estado español con una rapidez vertiginosa, la misma rapidez con la que se despenaliza “la homosexualidad” y se equipara en materia legal a parejas del mismo sexo. Asímismo, también se produce una rápida tercialización de la economía en todo el Estado (influido por el turismo) que permite un rápido crecimiento económico y un moderado desarrollo del Estado del Bienestar -si lo comparamos con otros Estados de la U.E., en la que España se integra durante este período-.
Se produce asimismo una transición demográfica caracterizada por el aumento de la esperanza de vida, la reducción de la mortalidad y subsiguiente reducción de las necesidades reproductivas y de la natalidad. A este fenómeno cabe sumarle la llegada, a partir de los años 90 de un gran número de jóvenes inmigrados que contribuyen a disminuir las necesidades reproductivas.
La incorporación de la mujer a los centros de trabajo, descargada de una buena parte de las tareas reproductivas, debilita la organización heterosexista y aumenta el poder de negociación de las mujeres en el ámbito doméstico y fuera de él. En el ámbito doméstico comienza un lento pero progresivo reparto de tareas y muchas de sus funciones se subsumen al ámbito social: aumentan el número de guarderías, el periodo de escolarización obligatoria, se desarrollan las figuras profesionales dedicadas al cuidado de enfermos y ancianos…
Las menores necesidades reproductivas, como señalábamos, debilitan el sistema de jerarquización de géneros y la clara relativización del imperativo marital y procreador se traduce además en el mayor coste de tener un/a hijo/a. Es en este contexto donde se multiplican el número de personas que viven solas, parejas del mismo sexo… Se multiplican los locales de ambiente gay que en algunos lugares como Madrid, Barcelona, Las Palmas de Gran Canaria o Málaga se concentran en determinados áreas impulsados por el desarrollo de un turismo gay y gayfriendly. Aparecen revistas dirigidas exclusivamente al colectivo G.L.T.B. de carácter no pornográfico, como Zero o Shangay, chats...
Un fuerte sentido de identidad colectiva fomentado por la homofobia, lesbofobia y transfobia han generado un movimiento asociativo con una gran capacidad de movilización social sostenida en el tiempo como se puede constatar mediante el número de afiliados activos a dichas organizaciones o mediante el número de asistentes a las diferentes manifestaciones que cada año se celebran con motivo del Orgullo Gay. Asimismo, ha permitido un sentimiento de unidad entre gays y lesbianas adscritos a diferentes partidos políticos y presentes en medio de comunicación, lo cual constituye lo que algunos residuos del Antiguo Régimen denominaron como lobby gay. Todo esto ha permitido la emergencia del fenómeno del voto rosa: unas preferencias comunitarias hacia determinados partidos políticos que se identifican o se identificaron con los intereses de gays y lesbianas
Espacios alternativos que van desde librerías especializadas hasta locales de ocio nocturnos, chats, agencias de viaje y hoteles preferentemente para gays y lesbianas… han creado nuevos espacios de socialización en los que se reformulan (aunque también se reproducen) los esquemas heterosexistas. Esto ha dado lugar a la construcción de nuevas masculinidades y feminidades, de parejas sin contrato de exclusividad sexual, de cuartos oscuros… Sin duda es mucho lo que permanece y se puede afirmar que entre la mayoría de las parejas entre personas del mismo sexo perviven valores propios de un modelo heterosexista. Esta emergencia de diversos nuevos modelos y valores cuestiona constantemente una homofobia que no ha desaparecido, sino que se ha transformado hacia expresiones diferentes y variadas.
Parece, en síntesis, que la secuencia de los cambios acontecidos es clara: cambios infraestructurales (en la producción y reproducción de las condiciones de vida), a la que le siguen cambios relacionales, institucionales o sociales, que favorecen cambios en lo ideológico. Parece que el desarrollo de las comunidades LGTB y los cambios ideológicos que han tenido lugar tanto en Estados Unidos, como de un forma más vertiginosa y sorprendente en el Estado español, pueden ser perfectamente explicados desde concepciones materialistas y dialécticas sin renunciar a la causalidad ni al concepto de determinación infraestructural, incluso en un terreno como el de las preferencias sexuales.
BIBLIOGRAFÍA
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Harris, Marvin (1988). La cultura norteamericana contemporánea. Una visión antropológica. Madrid: Alianza Editorial
Harris, Marvin (2004). Introducción a la Antropología General. Madrid: Alianza Editorial
Lizarra Cruchaga, Xavier (2003). Una historia sociocultural de la homosexualidad. Notas sobre un devenir silenciado. México: Editorial Paidos Mexicana
Pichardo Galán, José Ignacio y Maquieira D’angelo, Virginia (2003). Parentesco y relaciones sexo-afectivas entre personas del mismo sexo. Cambios y continuidades en la normativa legal en el Estado Español (Tesis Inédita, leída en 2007). Departamento Antropología Social y Pensamiento Filosófico Español, Universidad Autónoma de Madrid.
Pérez Agote, Alfonso (1998).Identidad. En: Diccionario de Sociología. S. Giner, E. Lamo y C. Torres (Eds). Madrid: Alianza
Rappaport, R.A. (1985). Naturaleza y antropología ecológica. En: Shapiro, H.L. Hombre, Cultura y Sociedad. México: Fondo de Cultura Económica
Rubin, Gayle (1989). Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical sobre la homosexualidad. En: Vance, Card S. (Ed) Placer y Peligro, pp. 113-190, Madrid.
Stolcke, Verena (1982). Los trabajos de las mujeres., M. León (Ed), Debate sobre la
mujer en América Latina y el Caribe, vol.III., pp 11-32, Bogotá
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